Un esfuerzo de restauración en el centro sur de Chile busca renovar un humedal dañado

Un proyecto pionero, parte de la iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américas, ofrece nuevas posibilidades tanto para las aves playeras migratorias como para las comunidades locales en Chile, cada vez más amenazadas por las inundaciones en el contexto de un clima cambiante.
An aerial view of the confluence of the wetland and urban sprawl.
La ciudad de Talcahuano se extiende sobre el humedal Rocuant-Andalién. Hoy en día, la infraestructura urbana impide que el agua de lluvia se filtre por el paisaje y sea absorbida. Foto: Katherine Sanhueza Bravo

Luisa Valenzuela, defensora del medio ambiente en el centro sur de Chile, recuerda con claridad el momento en que encontró su vocación. Ocurrió en un día de primavera, hace 18 años, cuando desde la puerta de su casa en Hualpén vio a una pareja de patos aletear desesperadamente frente a un camión que vertía escombros ilegalmente en el humedal Vasco Da Gama-Chimalfe, colindante con su vecindario. Sospechaba que las aves estaban protegiendo sus huevos o polluelos. “Ese día le prometí al humedal que me convertiría en la voz de las especies que viven allí”, dice. 

Valenzuela fundó el Comité de Defensa del Humedal Vasco Da Gama-Chimalfe y ha dedicado su vida a salvaguardar este hábitat, que forma parte de una red más amplia de humedales costeros en el Gran Concepción y sus alrededores, la segunda área metropolitana más grande de Chile después de Santiago. El Sistema de Humedales Rocuant-Andalién-Vasco Da Gama-Paicaví-Tucapel Bajo abarca aproximadamente 28 kilómetros cuadrados y se encuentra amenazado por la expansión industrial, el desarrollo urbano y la contaminación, factores que han alterado drásticamente su tamaño. “Lo que estamos viendo hoy en día es lo que va quedando de un gran humedal”, afirma Heraldo Norambuena, biólogo especializado en gestión de recursos naturales e investigador del  en la Universidad Santo Tomás.

Como resultado, hay menos hábitat disponible para las aves que han dependido de los humedales durante mucho tiempo, desde residentes como el pato jergón grande (Anas georgica) hasta los vulnerables pitotoy chicos (Tringa flavipes) que vuelan desde el norte de Alaska. “Es parte de su memoria histórica volver a sus mismos sitios”, afirma Norambuena.

Esta pérdida de hábitat también ha socavado la función del ecosistema como amortiguador natural contra inundaciones, afirma Octavio Rojas, experto en gestión del riesgo de desastres y director del Departamento de Planificación Territorial del  de la Universidad de Concepción. Hoy la infraestructura urbana impide que el agua de lluvia se filtre y sea absorbida. Esto ha dejado a las áreas metropolitanas vulnerables a las inundaciones. Es un peligro que probablemente se esté volviendo más frecuente e intenso debido al cambio climático, con consecuencias mortales. Por ejemplo,  a causa de las fuertes lluvias de junio de 2023 obligó a la evacuación de miles de residentes en el sur y centro de Chile y causó la muerte de dos personas.

Un plan de restauración de humedales, con una inversión de 147 millones de dólares, busca revertir la situación. El programa es un piloto de la iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américas (AFI), una colaboración entre ԹϺ, BirdLife International y el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe. Mediante una combinación de financiamiento y colaboración con las comunidades, AFI se ha propuesto facilitar 30 proyectos de desarrollo económico basados ​​en la naturaleza que protejan y restauren ecosistemas críticos para 2050.

Comenzando por el centro sur de Chile, este proyecto busca aumentar la conectividad y la conservación de sitios cruciales para las aves migratorias, cuyas poblaciones están experimentando una disminución . Renovar la capacidad natural del sistema de humedales para mitigar las inundaciones también beneficiará a los residentes. “Se logra un gana-gana”, afirma Santiago Aparicio, director de la iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américaspara ԹϺ. “Al proteger las aves se garantizan mejores condiciones para las otras especies, incluidos nosotros”.

Revalorizando un paisaje olvidado

Durante décadas, los humedales de las comunidades de Hualpén, Concepción, Talcahuano y Penco se consideraron terrenos sin valor. El desarrollo urbanístico avanzó sobre ellos, rellenándolos para dar paso a carreteras, puertos, el Aeropuerto Internacional Carriel Sur y zonas industriales.

Sin embargo, estos ecosistemas cumplen funciones clave. Ayudan a mitigar el cambio climático almacenando carbono y regulan el equilibrio ecológico. Tras el devastador terremoto de Chile de 2010, el humedal Rocuant-Andalién en Talcahuano, amortiguó el impacto del tsunami resultante, según sostienen algunos investigadores. Y aunque están disminuidos, sus diversos hábitats —que incluyen marismas, ciénagas, zonas ribereñas y estuarios— albergan una gran variedad de especies de aves costeras y palustres. El humedal Rocuant-Andalién, hogar del 辱辱é (Haematopus palliatus) y otras 150 aves, es de tal importancia para la conservación de las aves que BirdLife International lo designó Área Importante para las Aves y la Biodiversidad a nivel mundial en 2021.

Sin protección legal, la planificación urbana ha ignorado mucho tiempo los humedales de la región, pero las comunidades locales no. Durante años, grupos vecinales, incluyendo el de Valenzuela, han reclamado una mayor protección del hábitat. Han promovido la ciencia ciudadana para monitorear los ecosistemas, presentado denuncias ambientales y creado conciencia mediante visitas guiadas por los barrios y talleres escolares.

En 2019, una Mesa Intercomunal Municipal logró que el humedal fuera declarado Sitio Prioritario para la Conservación, una designación que promueve medidas de protección, pero no impide el desarrollo de proyectos en el área. Al año siguiente, impulsado por un amplio apoyo público, Chile promulgó la Ley de Humedales Urbanos, que permite al gobierno designar humedales dentro de los límites urbanos. Su objetivo es detener el crecimiento inmobiliario indiscriminado e integrar estos ecosistemas en la planificación urbana como herramientas de mitigación de inundaciones, espacios de recreación y reservorios de biodiversidad.

En este escenario, la iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américas reunió a un equipo consultor para determinar qué intervenciones serían las más beneficiosas. El grupo incluyó hidrólogos, especialistas en gestión del riesgo de desastres como Rojas, biólogos como Norambuena y líderes comunitarios como Valenzuela. Sabían, según Carolina Rojas, líder del equipo, que para lograr la aceptación de la población local y los propietarios privados, tendrían que integrar los humedales a la matriz urbana de manera que se equilibraran las necesidades de la comunidad, incluyendo la construcción de viviendas adicionales y el acceso al espacio público. “La iniciativa de Rutas de Aves Migratorias de las Américas no busca imponer barreras restrictivas”, afirma Rojas, quien además es geógrafa del Centro para el Desarrollo Urbano Sostenible, , una organización de investigación chilena. 

Al mismo tiempo, Octavio Rojas afirma que el objetivo principal es restaurar los caudales de agua del sistema “para devolverle su capacidad de esponja”.

Al evaluar sus opciones, el equipo se apoyó principalmente en dos estudios del Ministerio del Medio Ambiente de Chile: uno que  las zonas con mayor necesidad de restauración y otro que  un plan de uso del suelo para fortalecer la resiliencia de todo el sistema.

La propuesta final contempla la creación de tres parques inundables en todo el sistema de humedales.

La propuesta final contempla la creación de tres parques inundables en todo el sistema de humedales. Para frenar la escorrentía y permitir que el agua se filtre más fácilmente, cada área contará con infraestructura verde, como contornos naturales reconstruidos y vegetación nativa. Estas áreas combinadas permitirán recuperar hábitats para aves residentes y migratorias, al tiempo que ofrecerán nuevos espacios abiertos, senderos y mayor seguridad frente a inundaciones extremas en un clima cada vez más incierto.

Si bien no todas las áreas identificadas están actualmente protegidas por la Ley de Humedales Urbanos, el equipo de AFI espera que los beneficios ecológicos y sociales que promete la restauración impulsen su designación.

Como subraya Loretto Arriagada, coordinadora de conservación de resiliencia costera en Chile para el programa de América Latina y el Caribe de ԹϺ, la restauración de humedales también ofrece beneficios económicos: reducción de daños por inundaciones, mayor aviturismo y compensaciones de carbono generadas por el almacenamiento natural de CO2. Estos beneficios son significativos, al igual que el trabajo necesario para lograrlos.

Un mejor hogar para las aves

A principios de marzo, Arriagada y la conservacionista de vida silvestre y fotógrafa Katherine Sanhueza Bravo fueron a una de las zonas más amenazadas de las que dependen las aves migratorias, según el análisis de AFI. El humedal Rocuant-Andalién contiene uno de los hábitats intactos más saludables, pero décadas de abandono y abuso han degradado significativamente el paisaje natural en una zona llamada Carriel Norte, hacia donde el Gran Concepción está extendiéndose. Pero no es solo el crecimiento urbano lo que amenaza a este sector. Una zona industrial activa trae problemas persistentes: acumulación de basura, perros callejeros que depredan aves y mala gestión de residuos.

“Miren cómo se ha rellenado el humedal”, indicó Arriagada. Más adelante se encuentra un laberinto de vertederos que se han multiplicado con el tiempo, formando montículos de arena de hasta 4,5 metros de altura sobre lo que antes eran carrizales.

Pero incluso entre estas colinas artificiales, entre montones de tierra y cemento, las aves persisten.

Pero incluso entre estas colinas artificiales, entre montones de tierra y cemento, las aves persisten.

Los queltehues (Vanellus chilensis), de pecho blanco y corona negra, deambulan imperturbables ante el constante tráfico de camiones. Los pitotoy chicos y grandes se alimentan de macroinvertebrados en el lecho del río, engordando para su inminente viaje hacia el norte. A lo lejos, los canales que conectan con las marismas acogen estacionalmente a los zarapitos de pico recto (Limosa haemastica) y los zarapitos comunes (Numenius phaeopus). Sus cantos, dice Sanhueza, son como la banda sonora del sistema de humedales.

Como mucha gente de la región, Sanhueza no sabía que vivía en un humedal hasta que leyó un cartel mientras paseaba en bicicleta por el humedal Rocuant-Andalién camino a la universidad. “Cuando las casas se inundan en invierno, lo ven como un problema”, dice. “Pero una vez que comprenden el humedal, se dan cuenta de que restaurarlo ayuda a reducir las inundaciones”.

Sanhueza se ha propuesto ayudar a otros a descubrir estos ecosistemas ocultos. Fundó una empresa de guías de aves, , para difundir el entusiasmo por el humedal y las aves que alberga, incluso en su estado de deterioro. “Las aves son testarudas”, dice. Los humanos también, añade. Muchos permanecen en los barrios que rodean Carriel Norte a pesar de las inundaciones y la contaminación.

Frente a esto, Arriagada, a su lado, asiente y señala una diferencia clave. Las aves son resilientes, pero no pueden hacer frente a las amenazas al hábitat del que dependen. “Es nuestra responsabilidad gestionarlas y reducirlas, para detener la degradación de estos ecosistemas”, afirma.

La restauración de hábitats cruciales de humedales por parte de AFI en los próximos años podría marcar un punto de inflexión significativo para lograr ese cambio.